Primero se lo voy a explicar un poco así en plan serio tirando a soso pero sencillo y claro. Como si esto fuera una editorial de verdad:
La gira de una banda underground recorriendo un país en plena guerra civil es el punto de partida de «Tierra Muerta», atravesando un país hecho unos zorros, cruzándose con sinvergüenzas de todo pelaje, poniéndose hasta las kartolas y chupando carretera por un tubo que da para elucubrar, meditar y casi levitar.
«Tierra Muerta» es la segunda novela gráfica de Don Rogelio J, que aprovechándose de sus experiencias musicales (Aullido Atómico, Tumba Swing, Heroína, Los Tracahombres…) vuelca anécdotas y vivencias tan disparatadas e inverosímiles que encajaban mejor en la ficción que en lo autobiográfico.
Ahora me pongo en las bragas de una sesuda analista del género para añadir:
Puedo jurarles que el uso del color, no precisamente realista, juega como un elemento narrativo de primer orden en el que el círculo cromático de Johann Wolfgang von Goethe se convierte en molinillo de viento guiado por el servicio del noveno arte, la saturación bien entendida y el gustillo retiniano.
Tebeazo y bonito de llorar, trufado de deliberaciones y reflexiones con enjundia, meollo y sustancia. Eso sí, los futuros distópicos pronto van a tener mejor pinta que los presentes reales.